La Consejera de Derechos de los Pueblos Indígenas, DDHH y Paz Aída Quilcué Vivas del pueblo Nasa, nos habla sobre la pervivencia, el trabajo comunitario y el tejido de la memoria.
Tiempos de vida, injusticias sentidas.
La relación entre conflicto armado y Red Vital, desde los caminos de construcción de los principios de Unidad, Autonomía, Territorio y Cultura configuran la lucha y la resistencia indígena. De esta forma establecemos una comprensión del tiempo del conflicto armado y sus alteraciones, interrupciones e intentos de administrar la vida indígena.
Este Tejido busca describir el proceso de configuración de los principios de Territorio, Autonomía, Cultura y Unidad, cómo se convierten en las formas de luchar y resistirse a las violencias. En otras palabras, expresar como desde los Pueblos Indígenas es posible construir una historia política marcada por el conflicto, porque son las constantes interpelaciones con el Estado, los terratenientes, las empresas, las agroindustrias, las iglesias, las guerrillas o los paramilitares, lo que va dando claridad y constituyen sus significados. Estos últimos significados se enriquecen también, frente al lugar que se ocupa dentro del movimiento y la reivindicación de la vida campesina y la interpelación de lugares de diferencia como con las comunidades negras. El ir y venir, el estar aquí y regresar, cambiar de lugar, ver desde otro sitio, son caminos por los cuales nos llevan las palabras, los gestos y los silencios de comuneros, lideresas, líderes, autoridades y mayores. Desentrañar la memoria y hacerla nuestra historia exige abrir campos de comprensión, disponernos a viajar, a caminar, a recorrer el tiempo con la imaginación y el pensamiento. Las tramas de la memoria sobre la violencia vienen desde la “conquista”, no se puede explicar sin ella, pero no es un relato fijo.
Concentración de hechos violentos contra los Pueblos Indígenas
En Ecuador, Bolivia, Guatemala y México, entre otras naciones, la voz indígena sigue levantándose frente a la amenaza de desaparición que no se detiene y que se instrumentaliza mediante políticas económicas como el libre comercio, los extractivismos minero-energéticos o incluso la abierta persecución y guerra contra las luchas de los pueblos y sus visiones de mundos.
Elocuente paradoja, mientras que los gobiernos de las naciones americanas, desde Alaska hasta la Patagonia, levantaban fastos al quinto centenario del “Descubrimiento de América” —cautelosa y convenientemente caracterizado como “encuentro de dos mundos”— la amenaza de exterminio de los Pueblos Indígenas se reeditaba como una muy real posibilidad. En la Colombia de esos años, el conflicto armado se convirtió en el más importante dinamizador de dicha paradoja, cuando el reconocimiento de los derechos indígenas entró en clara tensión con las dinámicas de apertura económica y el accionar de los grupos armados.
El exterminio se configura en genocidio en tanto, más allá de su carácter jurídico es entendido como una categoría política, que señala un proceso en la larga duración e implica diferentes ciclos de guerra entrelazados, que, al mismo tiempo, permite desmarcarse de las especificidades categoriales que son determinantes en el plano jurídico, sin que necesariamente se pierda el diálogo con estas y con la determinación de las jurisdicciones especiales indígenas. De esta manera, el proceso histórico de relacionamiento entre los Pueblos Indígenas y la configuración de la nación, ha estado marcado por la producción de reiteradas prácticas genocidas que terminan por propiciar contextos del mismo carácter, en los que tanto los mundos indígenas, como los territorios que ancestralmente les han correspondido por derecho mayor, se ven gravemente amenazados con la extinción en cada ciclo de tiempo.
Mapa desplazamiento forzado