El investigador Carlos Bravo, del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), así como Óscar Montero, Nohora Caballero, Angélica Medina, Yaid Bolaños, Carlos Benavides y Carlos Páramo, otros investigadores que participaron en este, -el primer informe nacional sobre la memoria histórica de los 102 pueblos indígenas que tiene el país-, dieron un abrebocas de lo que contendrá.
La socialización del informe, que se estima sea publicado en septiembre próximo, se realizó en días pasados en el auditorio Virginia Gutiérrez de la Universidad Nacional, en Bogotá. Allí se dio cuenta de las afectaciones individuales y colectivas contra los pueblos indígenas, de otras formas de vivir, de hacer paz y de entenderse con la naturaleza.
Uno de los puntos principales que se compartió en el espacio, fue la necesidad de presentar un trabajo que se desarrollara desde los territorios y en el que participaran, como investigadores, personas pertenecientes a pueblos indígenas.
Desde el 2017, se hicieron unos diálogos de saberes que permitieron que los pueblos aglomerados en las cinco macro regionales que ha establecido la ONIC, tuviesen la oportunidad -desde de sus lugares sagrados- de presentar conceptos claves como el de “red vital” o “la mala muerte”.
“La muerte es un ciclo de la vida, la muerte hace parte de la vida nuestra. Por ejemplo, los pueblos de la Sierra tenemos nueve mundos. Nosotros tenemos que trascender por esos mundos y cuando morimos de manera natural, pues vamos tranquilos a los shunduwas que son los picos nevados, pero un asesinato selectivo, por ejemplo, es una mala muerte que no nos deja lograr nuestro objetivo trazado en esta tierra desde nuestra Ley de Origen”, aseguró Óscar Montero, quien es indígena Kankuamo y coordinador del informe.
Entre tanto, Carlos Benavides señaló que la red vital obedece a ese gran tejido en el que estamos todos. “Es una red que cuando es irrumpida provoca una desarmonización entre individuo, comunidad y territorio”, agregó.
De las visitas a las macrorregionales, se recogieron testimonios que permiten comprender el impacto que tienen para los pueblos indígenas, las intervenciones sobre sus lugares sagrados. Así pues, el reconocimiento del territorio como víctima fue una de las categorías desarrolladas en el espacio académico. “La de los pueblos es una memoria viva que lleva al reconocimiento de la otredad y a otras formas de comprensión del tiempo y el espacio”, recalcó Carlos Páramo.
Finalmente, el informe, el cual se construyó de manera participativa y que contó inclusive, con un proceso de consulta tradicional, quiere dar a conocer las violencias que con perspectiva de larga duración han padecido los pueblos indígenas en Colombia. Con ello, se busca hacer un llamado hacia la no repetición de estas, y hacia la eliminación de muestras de discriminación y racismo.